29 de junio de 2010

Una vez, hace no mucho, me di cuenta de que vivía dentro de un cubo. Lo recuerdo perfectamente: era un día como cualquier otro, había estado hasta hacía poco con amigos, había visto árboles, cielo, pájaros, había hablado y caminado, había vuelto a mi casa y, aburrida, me había sentado a escuchar música un rato.
Súbitamente, dejé de ver todo aquello que había estado a mi alrededor. Y no es que se hubiese esfumado en un estallido de humo de colores, ni que se hubiera producido ningún episodio extraño. Sencillamente, las cosas no estaban. Y no es que hubiesen desaparecido tampoco. Nada más, así como antes tenía consciencia de todo cuánto me rodeaba, en aquel momento, tal vez, dejé de tenerla. Entonces, antes de asustarme o pensar que estaba delirando, decidí aprovechar el momento, no eran muchas las cosas fuera de esas rutinas agobiantes las que pasaba en ese tiempo. Asi que pensé: entonces así se siente uno cuando no siente nada porque no hay nada que sentir cuando se está en un cubo.
No sé si me gustaba. No sé si estaba feliz. Pero no sabía tampoco cómo salir. No sabía como había entrado. Y esto no era una gran diferencia con mi vida anterior. A decir verdad, era casi lo mismo. Pasaron los días y me fui acostumbrando al cubo. Tanto que llegué a quererlo. A veces, cuando me tranquilizaba y dejaba a mi mente vagar, llegaba a ver y tocar y sentir y ser más allá del cubo aunque en un rinconcito de la consciencia, supiera que estaba sola. Y reconozco que en esos momentos era casi feliz. En mi cubo no había tiempo ni espacio. No había gente . No había sonidos. No había luces. No había oscuridad, ni silencio. En mi cubo sólo estabamos mi mente y yo. Y juntas, éramos capaces de ser y hacer cuánto quisiéramos. Podíamos creer que entrábamos y salíamos del cubo a nuestro antojo, e invitar gente a él si lo queríamos, y descansar y soñar y pensar, y reír, y llorar. Todo en el cubo era perfecto hasta que me di cuenta de que así cómo antes tenía una vida, ahora tenía un cubo. Y nada garantizaba que éste fuera a perdurar, por más feliz que yo creyera ser en él. Esto vino acompañado con un segundo pensamiento: con vida o sin ella, con cubo o sin él, yo había sido capaz de decidir.
Cierto es que yo no me hubiera dado cuenta del alcance, de mis capacidades para controlar la percepción si desde un principio no hubiera caído en aquel... cubo. Sí, yo creía que era un cubo pero ahora parecía dejar de serlo. Ahora, no sólo no percibía tiempo y espacio fuera de él, sino que no percibía ni al cubo. Yo, que estaba tan tranquila..! Concentré todos mis procesos mentales en conservar mi cubo. Pero se iba irrevocablemente, me abandonaba como mi mundo lo había hecho antes. Otra vez estábamos solas, ella y yo. Y después de todo, no estaba tan mal. Acaso no había dudado acerca del cubo en un principio? Si, lo había hecho. Acaso no me había escapado a mi propio universo cuando mi vida era normal y corriente y aburrida? Si, sin duda, lo hacía constantemente. Entonces, ahora debería estar más contenta que nunca. Ahora no tendría que 'escapar' a mi universo, no tendría que 'imaginar' lo que quería creer real. Simplemente, no había más que eso. 
Es el día de hoy, que después de estar cien por ciento convencida de que es ésto lo mejor, no logro entender por qué estoy tan vacía.

27 de junio de 2010

..."¡Sin embargo, no puedo continuar viviendo de este modo!¡Tengo que concentrar la atención para respirar y casi obligar a mi corazón a latir! Es como doblar un resorte endurecido, por obligación ejecuto el menor de los actos que no esté determinado por un pensamiento único. Por obligación atiendo a todo lo que, vivo o muerto, no está asociado a la idea que me obsesiona. No tengo más que un deseo al que atiende todo mi ser y todas mis facultades, y vienen tendiendo a él desde hace tanto tiempo y de forma tan indiscutible que estoy convencido de que lo alcanzaré. Y no demoraré, porque ha devorado toda mi existencia. Estoy embebido en la imaginación anticipada de su cumplimiento. Mis confesiones no me han aliviado pero son la explicación de ciertas fases por las que atraviesa mi pensamiento, y que de otra manera serían incomprensibles. ¡Oh, dios mío! ¡Ojalá hubiera concluido ya esta lucha tan larga!"...

-Heathcliff.

15 de junio de 2010

Espero. Hace rato que espero. Es decir, yo sé que desde siempre espero un milagro. Y ahora (qué ironía que sea justamente ahora) me doy cuenta de la tremendez de la palabra, de la enormidad de la idea. 
Un milagro.O sea, algo que no debería ocurrir pero que, sin embargo, ocurre. Un triunfo que debería ser derrota pero es triunfo.
Un dolor que debería doler pero no duele.
Una sonrisa que no debería suceder, pero sucede.
Un miedo que debería instalarse como la marca de un hierro al rojo vivo y que sin embargo pasa de largo. O no. Pero que es tan ligero que terminás por no considerarlo un miedo.       
¡Qué imbécil, qué espantosamente tarada que soy!
Esperé durante tanto tiempo algo tan grande como un milagro, 
que ahora que espero algo tan chiquito como una respuesta,
no sé que hacer con mis manos.

5VIII20

Cartografiar el vínculo reclama deconstruir la noción que se oculta en el verbo tener. Vínculo como categoría supraordenada a yo a la s y la...