27 de agosto de 2013

Insight.

De repente, sin que pueda especificar el instante exacto los números que indica el reloj empiezan a desvanecerse, a derretirse lentamente unos en otros, a mezclarse en su sistematicidad. 
No hay tics, ni tacs, el reloj es un objeto irrelevante colgando en algún rincón de la casa cuya existencia me es completamente indiferente. 
Entonces me acuerdo de todas las cosas que sé, de todas mis construcciones mentales y su correspondiente validación en este plano. Me transformo en mí misma por un instante que no existe porque el tiempo es una mentira, para volver a calibrar todas las respuestas que siempre supe darme. 
Ya no quiero volver, ya no quiero ir, y vuelvo al punto en el que rastreo el mecanismo más apropiado para que de nuevo deje de importarme cualquier proyección sobre mí, y vuelvo a darme cuenta de que no necesito buscar nada, todo está en mí, todo lo que me constituye se reduce a mí misma y a lo que yo decido, solamente con pensarlo, incluir. 
No hay acertijos. No hay incertidumbres. No necesito cosas, no necesito personas, no necesito palabras, no necesito horas, no necesito confirmaciones, no necesito interpretaciones, no necesito recuerdos, no necesito proyectos, no necesito modelos, no necesito entendimiento, ni comprensión. No necesito al mundo.
Estaba buscando algo que jamás perdí. Que es imposible que pierda.
Y no pienso volver a olvidarme de eso otra vez.

No hay comentarios:

5VIII20

Cartografiar el vínculo reclama deconstruir la noción que se oculta en el verbo tener. Vínculo como categoría supraordenada a yo a la s y la...