23 de enero de 2011

El problema no es no saber. Ni vagabundear emborrachado y ciego por un mar de soluciones que se esfuman cuando las creés al alcance de la mano, ni pasar horas y horas sin dormir dándo vueltas sobre un x asunto que te quita el sueño.
Se vuelve tedioso quizás el hecho de tener todo resuelto. Saber exactamente cómo, por qué, para qué y desde cuándo. Haber llegado, haber encontrado la respuesta a todos los acertijos, y que eso no sólo sea insuficiente, sino agobiantemente inútil.

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