Vándalo, te hacen llamar vándalo, peligro social, vándalo; Rebelde insurrecto, preparado para la batalla.
A los que se dejan la piel, a los que nunca han podido entender cómo cayó en la red de la codicia todo el poder. A los insurgentes que contracorriente exigen justicia social; Y me da igual de dónde sean, no hay distancia, no hay fronteras, a una conciencia firme nada puede parar.
Llegará, llegará, llegará, la balanza se equilibrará. Llegará, llegará, llegará..El redil es nuestro patíbulo.
Alarma, neoliberalismo! es hambruna, muerte y terrorismo. Alarma, neoliberalismo! prepárate!
Por los oprimidos, desfavorecidos, a los que se deja morir; sus barrigas hinchadas, la muerte en sus caras por un interés mercantil. Y ahora tú debes de meditar ¿Quién es el vándalo en realidad?
Terrorismo de estado, opulento y armado, decide quién debe vivir.
Vándalo, te hacen llamar vándalo, peligro social, vándalo, rebelde insurrecto; las cosas no se cambian desde tu sillón.
Llegará, llegará, llegará, la balanza se equilibrará. Llegará, llegará, llegará, el día de la victoria.
El redil es nuestro patíbulo..
Alarma, el neoliberalismo! es hambruna, muerte y terrorismo
Alarma, el neoliberalismo! prepárate!
Hoy, 18 de septiembre se cumplen 4 años del secuestro y desaparición forzada en la ciudad de La Plata de Jorge Julio López, testigo y querellante en el juicio celebrado contra el ex-comisario Miguel Etchecolatz por los crímenes cometidos en la última dictadura en Argentina (1976 - 1983). El secuestro, ejecutado por miembros de los cuerpos de seguridad de la provincia de Buenos Aires, tenía como objetivo paralizar el desarrollo de este juicio, que finalmente pudo concluir con una sentencia histórica ya que por primera vez un tribunal argentino condenó a un represor de la dictadura por el delito de genocidio a la pena de reclusión perpetua, que está cumpliendo en una cárcel común.
Estuve pensando en esta semana: hoy hace cuatro años de la desaparición en democracia de Julio López, y el 16, que hicieron 34 años de la noche de los lápices, fue el mismo día que compré las entradas de Ska-P. Y es casi paradójico el hecho de que, claramente, ir a ver una banda asi es algo que en el 76 no se podía hacer. O sea, pensé en la diferencia abismal que a fin de cuentas, sí, existe, y en que no tengo ni idea de cómo es vivir ni un sólo día de esa otra manera, si es que se le dice vivir a no poder ser quién sos, ni pensar lo que pensás, ni hacer lo que hacés, ni creer lo que creés.
No sé, no hay mucho que decir; está más allá de cuestión que es inaceptable. Es intolerable que hayan pasado y sigan pasando estas cosas, que siga caminando por la calle una horda de genocidas que tienen que estar presos hasta que se mueran; todos tenemos muestras clarísimas del punto al que llega la impunidad y el descaro; a todos nos da escalofríos el sólo hecho de pensar la cantidad de hijos de puta que andan sueltos por ahí mientras acá faltan 30000 (o 30001) a los que les arrebataron el futuro por el simple hecho de pensar. Nos indigna la indiferencia, la burocracia, la corrupción y la inoperancia del sistema; sabemos que la palabra justicia no es más que un eufemismo en este país. Vivimos con padres, tíos, vecinos que sí vivieron en ésa época y a los que vemos reventar de bronca y de impotencia cada vez que la evocan. Pensamos, por ejemplo, cómo nosotros vamos en plan recriminatorio a una marcha por el boleto y cómo antes, sencillamente, te mataban por eso. Se nos llena el estómago de bilis al pensar en Malvinas o en esa foto de videla massera y agosti festejando un gol de la selección. Nos mueve el piso y nos maravilla la fortaleza que se siente cuando vemos o escuchamos a alguna de las Madres/Abuelas de Plaza de Mayo y nos conmueven cada vez que recuperan un nieto, cada vez que vemos a una persona que recuperó su identidad después de haber vivido toda su vida en una mentira y siendo víctima activa de los crímenes de la dictadura.
Creemos en las palabras juicio y castigo a los culpables pero, acá, ahora, frente a nuestros ojos, se convierten en otra frase hecha usada cada tanto.
Creemos en las palabras ni olvido ni perdón, pero no sé si realmente sabemos lo que significan. Porque mientras nosotros respiramos, vivimos, reclamamos por el boleto, vamos al colegio, compramos entradas para recitales, Julio López y otros 30000, siguen sin aparecer.
A los que se dejan la piel, a los que nunca han podido entender cómo cayó en la red de la codicia todo el poder. A los insurgentes que contracorriente exigen justicia social; Y me da igual de dónde sean, no hay distancia, no hay fronteras, a una conciencia firme nada puede parar.
Llegará, llegará, llegará, la balanza se equilibrará. Llegará, llegará, llegará..El redil es nuestro patíbulo.
Alarma, neoliberalismo! es hambruna, muerte y terrorismo. Alarma, neoliberalismo! prepárate!
Por los oprimidos, desfavorecidos, a los que se deja morir; sus barrigas hinchadas, la muerte en sus caras por un interés mercantil. Y ahora tú debes de meditar ¿Quién es el vándalo en realidad?
Terrorismo de estado, opulento y armado, decide quién debe vivir.
Vándalo, te hacen llamar vándalo, peligro social, vándalo, rebelde insurrecto; las cosas no se cambian desde tu sillón.
Llegará, llegará, llegará, la balanza se equilibrará. Llegará, llegará, llegará, el día de la victoria.
El redil es nuestro patíbulo..
Alarma, el neoliberalismo! es hambruna, muerte y terrorismo
Alarma, el neoliberalismo! prepárate!
Hoy, 18 de septiembre se cumplen 4 años del secuestro y desaparición forzada en la ciudad de La Plata de Jorge Julio López, testigo y querellante en el juicio celebrado contra el ex-comisario Miguel Etchecolatz por los crímenes cometidos en la última dictadura en Argentina (1976 - 1983). El secuestro, ejecutado por miembros de los cuerpos de seguridad de la provincia de Buenos Aires, tenía como objetivo paralizar el desarrollo de este juicio, que finalmente pudo concluir con una sentencia histórica ya que por primera vez un tribunal argentino condenó a un represor de la dictadura por el delito de genocidio a la pena de reclusión perpetua, que está cumpliendo en una cárcel común.
Estuve pensando en esta semana: hoy hace cuatro años de la desaparición en democracia de Julio López, y el 16, que hicieron 34 años de la noche de los lápices, fue el mismo día que compré las entradas de Ska-P. Y es casi paradójico el hecho de que, claramente, ir a ver una banda asi es algo que en el 76 no se podía hacer. O sea, pensé en la diferencia abismal que a fin de cuentas, sí, existe, y en que no tengo ni idea de cómo es vivir ni un sólo día de esa otra manera, si es que se le dice vivir a no poder ser quién sos, ni pensar lo que pensás, ni hacer lo que hacés, ni creer lo que creés.
No sé, no hay mucho que decir; está más allá de cuestión que es inaceptable. Es intolerable que hayan pasado y sigan pasando estas cosas, que siga caminando por la calle una horda de genocidas que tienen que estar presos hasta que se mueran; todos tenemos muestras clarísimas del punto al que llega la impunidad y el descaro; a todos nos da escalofríos el sólo hecho de pensar la cantidad de hijos de puta que andan sueltos por ahí mientras acá faltan 30000 (o 30001) a los que les arrebataron el futuro por el simple hecho de pensar. Nos indigna la indiferencia, la burocracia, la corrupción y la inoperancia del sistema; sabemos que la palabra justicia no es más que un eufemismo en este país. Vivimos con padres, tíos, vecinos que sí vivieron en ésa época y a los que vemos reventar de bronca y de impotencia cada vez que la evocan. Pensamos, por ejemplo, cómo nosotros vamos en plan recriminatorio a una marcha por el boleto y cómo antes, sencillamente, te mataban por eso. Se nos llena el estómago de bilis al pensar en Malvinas o en esa foto de videla massera y agosti festejando un gol de la selección. Nos mueve el piso y nos maravilla la fortaleza que se siente cuando vemos o escuchamos a alguna de las Madres/Abuelas de Plaza de Mayo y nos conmueven cada vez que recuperan un nieto, cada vez que vemos a una persona que recuperó su identidad después de haber vivido toda su vida en una mentira y siendo víctima activa de los crímenes de la dictadura.
Creemos en las palabras juicio y castigo a los culpables pero, acá, ahora, frente a nuestros ojos, se convierten en otra frase hecha usada cada tanto.
Creemos en las palabras ni olvido ni perdón, pero no sé si realmente sabemos lo que significan. Porque mientras nosotros respiramos, vivimos, reclamamos por el boleto, vamos al colegio, compramos entradas para recitales, Julio López y otros 30000, siguen sin aparecer.
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