Sentí que había llegado al fondo del asunto. Que ya no podía ir más allá, que ya todo estaba dicho y hecho. Entonces, respiré profundo (tan profundo como era capaz en ese momento). Miré a mi alrededor, a ese lugar tan eternamente conocido que ya sentía como propio. Los árboles, siempre estáticos, siempre distintos. Las nubes, el cielo celeste en el centro; rosáceo y anaranjado en los confines. El sol se estaba poniendo y casi podía sentirlo. Era estúpido notar la diferencia, técnicamente, nada había cambiado pero algo en mi atmósfera personal me daba la pauta. Había empezado la primavera. Y no era tanto la noción de un comienzo lo que me había alertado, sino esa mezcla de alegría y nostalgia por el hecho simultáneo: se había terminado el invierno. Siempre pensé que no hay frases más desesperantes que aquellas relacionadas a los cambios de ciclo, a las nuevas etapas, a dejar unas atrás para descubrir nuevos horizontes. Sin sentido. Acartonadas. Predecibles. Así las veía. Sin embargo en este caso, aunque no era exactamente éso lo que rondaba mi mente, se asemejaba. En una forma más complicada, más profunda, más propia, más mía. Sentía que estaba al borde de un cambio de perspectiva. Notaba como, entre más pensaba, más me acercaba a algo que no estaba segura de querer aceptar.
No, definitivamente no estaba segura de querer aceptarlo. Noté que mi respiración se aceleraba. Frené en seco lo que estaba pensando. Encendí un cigarrillo. El baile del humo era hipnótico. O tal vez, era sólo mi mente en blanco, mi mente bloqueando cualquier otra cosa que no fuera la imagen de ése humo subiendo, alejándose libre, mi mente desprendida de sus ataduras, mi mente flotando a la deriva, alto, más alto que ese humo hipnótico, más allá de lo que podía percibir, mi mente tratando de dejar a un lado por un segundo esa maratón de interrogantes, mi mente empeñándose en dejarse llevar por ese baile etéreo de humo en vez de ser atraída por ésa espiral de motivos que me hacían ser quién soy. Y al segundo siguiente, mi mente cayendo, volviendo a mí, recuperando la noción del tiempo y el espacio, aceptándose consciente del suelo que pisaba, del cigarrillo en mi mano, volviendo a las mismas dudas, mirando otra vez a través de estos ojos, e intentando nuevamente llenar los pulmones.
Ése era el momento. Era necesario que, antes de hacer ése cambio de perspectiva que sentía avecinarse, al menos, tuviera las cosas en perspectiva. No es que sea una persona que tiene métodos definidos para hacer las cosas pero necesitaba un punto de partida. Necesitaba saber, en verdad, qué era éso. Éso en lo que pensaba hacía tanto. Eso que sentía. Éso que me anudaba la garganta, me revolvía el estómago, me encogía el corazón. Miré hacia arriba otra vez. El mismo cielo, pero diferente. Los mismos árboles, impulsados por un viento que no recordaba presente al momento de llegar. El sol más lejano. La brisa en mi cara. Pájaros. Pájaros en el cielo y pájaros en la tierra, pájaros mezclando las distancias arriba con el suelo que me sentía segura al pisar. Y el humo todavía en el viento, adaptándose, alejándose, siendo parte del aire. No pude evadir la comparación; yo también había intentado combinar dos mundos tan distintos pero que quería hacer coexistir con ésa misma naturalidad. Los pájaros, que vuelan, dueños del cielo y del aire, pero con los pies en la tierra cuando es necesario. Y el humo, tóxico, gris, pero igualmente libre, siendo parte de ese aire. Recordé.
Recordé que cuando te conocí, yo todavía no volaba. Te recordé ahí sentado un diciembre cualquiera, rodeado por otras aves sin nido como vos, y como yo. Recuerdo haber pensado en la palabra nosotros. Recuerdo tu eterna expresión que es algo que no sé describir, algo que es tuyo y que de alguna manera, me dejás ver en vos. Recuerdo el paso de los días, y con ellos, cómo el hecho de volar era algo cada vez más natural, algo que sentía mío, algo que quería que compartiéramos.
Recuerdo que los días pasaban, y que volar era algo que se debía a vos, pero que no era nuestro. Y, no sé por qué razón, te recuerdo cerca. Te recuerdo presente. Recuerdo un momento exacto en el que me demostraste que si lo queríamos, podíamos volar juntos. Recuerdo mis reparos ante la idea. Recuerdo que, por unos instantes, menos de los que recuerdo incluso, lo hicimos. Y es tan dificil hablar de algo y metaforizar algo que es solamente un recuerdo, aunque sea el motor de mi ser desde que estás en mi vida. Pero es cierto. Volamos. Prefiero decir que volamos. Porque vos quisiste que, ése atardecer no fuera tuyo y mío sino nuestro, y quisiste que terminara, como todo lo demás.
Recuerdo el día en el que llegaron los interrogantes. Recuerdo el momento exacto en el que empecé a cuestionarme, a tratar de saber dónde me estaba metiendo. Pero claro, nunca fuiste predecible y yo jamás fui capaz de, por mis propios medios, evitarte. Y verte volar, verte libre y sin ataduras, una, y otra, y otra vez me impulsaba, me animaba, me inducía y me arrastraba a desear acompañarte otra vez. Y ahora, que sí algo estoy haciendo es tratar de llegar a ése atisbo de perspectiva, veo cuán lejos estaba de eso que sentí tan cercano alguna vez. Obviamente, en ése momento no lo sabía. Asique a mi manera lo intenté.Y cuando digo que lo intenté, creéme que lo hice. Jamás había intentado tanto algo. Jamás me había visto tan arrastrada por algo, por alguien, jamás había actuado sin antes pensar, no al menos de ése modo. Pero parecía que vos y tu vuelo habían llegado para romper mis esquemas y lo quisiera o no, tampoco tenía la opción de elegir. Ahora que lo pienso, creo que fui tonta. Tonta y necia por tratar de unir cielo y tierra y esperar que funcionara. Intenté ponerte los pies en el suelo pero eso no era posible con alguien como vos. Intenté elevarme yo, pero tenía demasiados recaudos de caídas pasadas como para alcanzarte. Intenté olvidar. Y cada vez que creía haberlo hecho, pasaba por alto que te necesitaba más. Y cuando lograba desprenderte a vos y a tus alas de mi mente, aparecías súbitamente, sin que yo te llamara, sin que yo te quisiera ahí, recordándome que existías, recordándome que jamás te olvidé, recordándome que tenía que seguir, seguir intentando aunque me destrozara el intento.
Y pasó el tiempo. Y acá estoy. Y me olvido de los pájaros, y los árboles que nada tienen que ver con vos ni conmigo, porque ése nosotros que tanto quise, jamás existió. Me olvido del viento que imaginé impulsándote, porque jamás dejaste de estar donde estás. Y te veo ahi, sentado en el mismo lugar que aquella vez, y veo que sos el mismo. Y entiendo que jamás existió la posibilidad que busqué por cielo y tierra, conta viento y marea, entiendo que jamás te entendí asi como vos tampoco me entendiste (pero en el fondo, sé que la diferencia es que yo lo intenté). Siento como si todos mis anhelos y todo lo que alguna vez soñé conseguir, todo lo que me trajo hasta acá no hubiera sido más que imágenes mostradas a través de las ventanillas de un tren. Un tren que veo alejarse, un tren que se lleva todo lo que quise sentir como propio.
Trato de dejarte ir. Mentira. Trato de sacarte de mi mente, porque no puedo dejar ir algo que nunca estuvo acá. Y vuelvo a mirar el humo, el humo subiendo y alejándose de mí, voluble, a merced de la brisa. Y otra vez no puedo evitar relacionarlo a vos (como todo) y me doy cuenta que jamás hubo cielo y tierra, jamás hubieron vuelos compartidos, nunca existió ninguna relación con las alas y los pájaros. Siempre fuiste humo en mi vida. Humo que es tóxico y gris, humo que también me hipnotiza, humo libre, humo que se desvanece, humo que recuerdo pero que no está, humo al que soy adicta. Siempre fui yo quien quedaba, siempre fui yo la que observaba como ibas, y venías, como te dejabas llevar por el viento y cómo eras parte del aire mientras trataba inútilmente (estúpidamente) de retenerte, como si fuera posible, como si yo misma quisiera eso. Y vuelvo a respirar hondo. Y veo como algo se escinde en mi, cómo te lo llevás, sin siquiera saberlo, como tantas otras cosas. Y quiero irme, irme y no volver jamás a soñar con vos ni a desear tenerte pero, me doy cuenta, que, una vez más, me estoy mintiendo a mi misma.Y, como una epifanía, encuentro mi cambio de perspectiva, siento renovarme. Abro los ojos, e increíblemente veo más allá de mis ojos, más allá de vos y del aire, más allá de las lágrimas, el dolor y la decepción. Comprendo. Me resigno a que sin estar, seas parte de quién creo ser. Me resigno a que otra vez algo termina, algo empieza y yo sigo estática, permaneciendo, siempre en éste lugar, y vos.. no sé, supongo que sabrás dónde estás.
El humo es el mismo humo, y los árboles son los mismos árboles; y los pájaros pasan sobre mí y respiro el atardecer como tantas otras veces, e intento llenar mis pulmones vacíos e intento, intento, intento, sigo intentando encontrar la manera volar en tu cielo, aunque sea solamente una vez más.
22 de septiembre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5VIII20
Cartografiar el vínculo reclama deconstruir la noción que se oculta en el verbo tener. Vínculo como categoría supraordenada a yo a la s y la...
-
Vida mía, cómo vivirte a cada instante oscilando todo el tiempo entre el ser y el observar. Quiero abrazar entera cada hilo del destino q...
-
Estás pegado a mis sueños asi como yo estoy pegada a tu imagen trastocada te convierto en el exponente lo que me impulsa a dormir y a des...
-
I do my thing and you do your thing. I am not in this world to live up to your expectations, And you are not in this world to live u...
No hay comentarios:
Publicar un comentario