Lo concreto, lo onírico, lo que nos excede
lo que nos limita, lo que usamos para definirnos
los años, las cenizas, los relojes
vos, yo, este delirio cósmico,
la luz, el suelo, los días.
No tienen sentido en absoluto.
Pero la noche,
la noche es el sentido convertido en ritmo:
la reafirmación del infinito en su vorágine eterna.
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