2 de agosto de 2012



Es un error, un lapsus, un acto fallido y yo estoy a punto de explotar, y si pudiera explicar que no hay nada que quiera ni nada que me importe capaz todo sería aunque sea un despropósito con un mínimo de coherencia. Y ni yo me conozco suficiente para saber de qué soy capaz, hasta que punto puedo fingir para no sentirme una imbécil, para que todo concuerde y nadie quede expuesto al mundo bajo la etiqueta de imbécil. No entiendo nada, no hay ni una cosa que pueda definir, o explicar, o entender, o aceptar y estoy tan tan tan vacía que ni siquiera soy consciente de eso, ni de ninguna otra cosa, me desborda la nada, me ahoga y sigo sin darme cuenta porque acá nada está pasando. 
La nada me pasa por encima, por abajo, me rodea a diestra y siniestra, me atraviesa y yo no veo, no hay nada para ver, no hay lugares a los que quiera ir, no hay gente con la que quiera hablar, nada es lo que somos y estamos destinados a la nada de una manera que podría impresionar si hubiera algún receptor de impresiones, y no es el caso.
No tengo nada para decir, nada para pensar, no escucho nada, ni siquiera el silencio, no hay ningún motivo para dormirme a la noche ni para levantarme a la mañana, ni para hacer algo con mi tiempo, siquiera para sentarme a verlo pasar, no hay nada que quiera hacer, no hay nada que prefiera, pero sigo estando; 
y exactamente en ese punto es cuando todo el razonamiento y la paradoja se me van irrevocablemente a la mierda.
Acá no hay amor, no hay tristeza, no hay locura. Somos un montón de gente que va para el mismo lado y punto. 
Pero somos gente, no lo podemos evitar.

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