Abstraer las fronteras, desenfocar los sentidos,
caer en la ruleta rusa de tus manos en mi pelo,
insensibilizar el discernimiento, apuñalar sin piedad la moral, la lógica;
mi resignada noción de humanidad, intrínseca,
de la que no puedo escapar sin importar
qué tan rápido corra, qué tan alto vuele,
qué tan rápido corra, qué tan alto vuele,
cuántos kilómetros de distancia ponga entre mi mente y yo.
Y decir todas las palabras sin importar su sentido,
y gritar entre líneas mi dolor,
y gritar entre líneas mi dolor,
y cerrarle la puerta al pasado recurrente
aunque sea yo la que quede del lado de afuera.
Y volver a los umbrales que tantos amaneceres me vieron esperarte,
y finalmente saber que no les pertenezco,
y dejarlos atrás sin dar un paso en falso.
Saltar al vacío, fluctuar entre todas estas realidades como manantiales,
escupir sobre cada uno de los límites, apostar a todo o nada
si total la noche es nuestra y mis sentidos no hacen más que descubrirte.
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