El problema no es que no puedo despertarme.
La realidad es que no puedo dejar de soñar.
23 de junio de 2014
1 de junio de 2014
01VI14
Ya no soy parte; me fusioné. Ahora nada opera
entre mi centro y mi periferia.
La misma eterna oposición entre esa cosa que pretenden llamar mundo y
el mundo.
La misma insignificante retórica entre realidad y perspectiva.
mi centro, idéntico al de todos, mental, inherente
y mi periferia, desfiguración, descarrilamiento, aconsciencia.
Ridiculez humanoide que no sabe eliminar, evitar,
dudar de la coherencia de que no hay nadie más.
Se justifican en círculos. En órbitas.
Si todos somos uno, no existimos realmente.
Si uno de nosotros cree que no existe, deja de existir, cae en la latencia.
Y no lo sabe.
Se despierta. Y no se acuerda de nada.
Eso sería fácil si considerara la totalidad.
Pero otro de nosotros, no. Otro de nosotros descubre. Se mueve.
Se justifica en espiral. Gira y ve todo desde el centro.
Se mueve y el tiempo se desmorona, se desvanece, se convierte en la nada.
Comprende, abarca, totaliza, asciende y desciende,
pendula, multidimensionaliza.
Se vuelve coherente con la contradicción
pero la contradicción no lo comprende.
La contradicción del único choque de espadas sin chispa del conocimiento.
La contradicción del concepto con la mente que lo creó.
La contradicción de la traición a la existencia.
La contradicción del símbolo y el dogma.
La enfermiza y mediocre contradicción de la presunción con lo único.
Ustedes hicieron la contradicción.
Y se robaron su nombre.
Ahora nosotros somos su antítesis. En la periferia.
Sólo mente en el centro. Sólo conciencia de ser.
No estamos solos. Estamos lejos. Estamos rodeados.
entre mi centro y mi periferia.
La misma eterna oposición entre esa cosa que pretenden llamar mundo y
el mundo.
La misma insignificante retórica entre realidad y perspectiva.
mi centro, idéntico al de todos, mental, inherente
y mi periferia, desfiguración, descarrilamiento, aconsciencia.
Ridiculez humanoide que no sabe eliminar, evitar,
dudar de la coherencia de que no hay nadie más.
Se justifican en círculos. En órbitas.
Si todos somos uno, no existimos realmente.
Si uno de nosotros cree que no existe, deja de existir, cae en la latencia.
Y no lo sabe.
Se despierta. Y no se acuerda de nada.
Eso sería fácil si considerara la totalidad.
Pero otro de nosotros, no. Otro de nosotros descubre. Se mueve.
Se justifica en espiral. Gira y ve todo desde el centro.
Se mueve y el tiempo se desmorona, se desvanece, se convierte en la nada.
Comprende, abarca, totaliza, asciende y desciende,
pendula, multidimensionaliza.
Se vuelve coherente con la contradicción
pero la contradicción no lo comprende.
La contradicción del único choque de espadas sin chispa del conocimiento.
La contradicción del concepto con la mente que lo creó.
La contradicción de la traición a la existencia.
La contradicción del símbolo y el dogma.
La enfermiza y mediocre contradicción de la presunción con lo único.
Ustedes hicieron la contradicción.
Y se robaron su nombre.
Ahora nosotros somos su antítesis. En la periferia.
Sólo mente en el centro. Sólo conciencia de ser.
No estamos solos. Estamos lejos. Estamos rodeados.
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